domingo, 31 de enero de 2016

Idolos

“La meditación ayuda a comprender que todo es un misterio y que, por ello, todo es susceptible de originar una actitud genuinamente religiosa. Para el hombre que medita —hoy lo veo así—, no hay distinción entre sagrado y profano.
Todas las postraciones características del budismo zen pueden seguramente conducir a la repetición mecánica, esto es, a vaciar el gesto de su contenido, reduciéndolo a pura forma. Esta degeneración es lo que conocemos por rutina. Pero todas esas postraciones pueden conducir también a la gran pregunta de quien se postra: ¿ante qué o ante quién me postro yo de hecho en mi vida? O, dicho de otro modo: ¿qué o quién es verdaderamente mi Dios, y cuáles son mis ídolos?

Durante la meditación puedo inclinarme reverentemente ante el banquito o el cojín, pero en mi vida ordinaria no es raro que lo haga ante mi prestigio profesional, que cuido como la más delicada de las plantas; o ante la cuenta bancaria, cuyos movimientos controlo con reveladora frecuencia; o ante el bienestar característico de una vida acomodada, por el que no reparo en gastos.”



Pasaje de: d’Ors, Pablo. “Biografía del silencio.”

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