martes, 23 de febrero de 2016

Carta Obispo Bilbao Febrero 2016 Misericordia quiero y no sacrificio” Mt 9,13.

Misericordia quiero y no sacrificio” Mt 9,13.


Queridos hermanos y hermanas.
1. Esta afirmación que pronuncia Jesús, tomada a su vez del profeta Oseas (Os 6,6), es el lema que el Santo Padre Francisco ha elegido para la Cuaresma de este año. La frase es proclamada por Jesús precisamente cuando llamó a Mateo para ser discípulo suyo y éste lo había invitado a comer a su casa junto a los discípulos y a otros publicanos y pecadores. Ante este amor y misericordia del Señor, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?” A lo que Jesús responde: “No tienen necesidad de médicos los sanos, sino los enfermos. Andad y aprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (cfr. Mt 9, 9-13).
2. Como bien dice Jesús, tenemos necesidad de médico los enfermos. Y Él ha venido a llamar a los pecadores. Esta afirmación del Señor nos ayuda a reconocernos entre sus predilectos. Si un rayo de verdad alumbra nuestra vida, nos daremos cuenta de que, siendo hijos e hijas de Dios, somos al mismo tiempo pobres y pequeños. Nuestra vida está tocada por muchas miserias y lepras. Ante ese regalo inmenso que nos ha hecho Dios de hacernos sus hijos en Cristo, somos conscientes de que aún nos queda mucho para hacer morir al hombre viejo que llevamos dentro para configurarnos cada vez más perfectamente con Cristo. Como David, somos reyes, pero al mismo tiempo pecadores y miserables. No escondamos nuestras llagas y deformidades. Presentémoslas confiadamente al médico divino que verterá el ungüento de su amor y perdón en nuestras heridas y nos llevará para siempre con Él.
3. El tiempo de Cuaresma es propicio para pedir de modo particular la misericordia de Dios que suscita y obra nuestra conversión, nuestra vuelta a Él. En su mensaje de Cuaresma el Papa nos propone dos medios para vivir esta experiencia del perdón de Dios: la meditación de la Palabra de Dios y el ejercicio de las obras de misericordia. La Palabra de Dios nos habla de la fidelidad de Dios a la Alianza con su pueblo. Cuando nos alejamos, Él se inclina sobre nosotros y nos busca y carga sobre sus hombros. “Dios se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad” (cfr. mensaje cuaresma, 2)
4. Obrando las obras de misericordia aprendemos a tocar la carne de Cristo, para reconocerle y asistirle con amor y cuidado. Este volcarnos con los necesitados produce también en nosotros un efecto sanador: evita que nos ofusquemos en el poder y la riqueza, en la soberbia y la autosuficiencia, dándonos cuenta de que, en último término, el rico y poderoso que sólo confía en sí mismo y en sus dones es el pobre más miserable, el más pobre entre los pobres (cfr. mensaje cuaresma, 3). Lo mismo ocurre con las ideologías de pensamiento único, el cientificismo y otras estructuras de pecado de tipo ideológico, social o económico, que hacen de Dios algo irrelevante y que reducen la dignidad humana a un elemento simplemente manipulable para el propio provecho. En último término es expresión de una gran indigencia de amor y humanidad.
5. Durante este mes de febrero tendremos el gozo de celebrar el día de la vida consagrada. Debemos agradecer profundamente este gran don que Dios hace a la Iglesia y a la humanidad y que encarna cotidianamente las obras de misericordia en el servicio constante e incondicional a los más necesitados. También celebraremos el primer sábado de Cuaresma la jornada de la paz y la reconciliación. Qué mejor tiempo de gracia que la Cuaresma del Año de la misericordia para reconciliarnos con Dios y con los hermanos siendo así sembradores e instrumentos de la paz y reconciliación, que siempre es un don de Dios que se otorga a nuestros corazones y desde ahí ilumina, purifica y transforma la realidad humana, restableciendo la fraternidad que ha sido profundamente herida por la violencia.
Que María, Madre de Misericordia, nos acompañe en el tiempo de Cuaresma y que, acogiendo como Ella, la Palabra en nuestra vida, podamos cantar proféticamente la misericordia que Dios ha tenido con nosotros y seamos, al mismo tiempo, portadores y operadores de su misericordia con aquellos que más lo necesitan. Con afecto fraterno.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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