viernes, 11 de marzo de 2011

Se nos ha ido Joseba Rodriguez al cielo directo.

Estoy confiada de que si, que se ha ido al cielo, que sí que no tengo dudas.  Gracias Joseba.

Funeral por su alma en la Basílica de Begoña el lunes día 14 a las 19.00.
Oficiará D. Mario, Obispo de Bilbao


Copio la noticia de DEIA:
http://www.deia.com/2011/03/11/sociedad/obituarios/una-voz-que-se-apaga-y-su-recuerdo-en-llamas


BILBAO. "No podemos gastar tanto dinero en flores para los Pasos con la que está cayendo: hay que donar ese presupuesto a Cáritas". La última Semana Santa de su vida, Joseba Rodríguez (Bermeo, 1960), Hermano Abad (presidente) de la Hermandad de Begoña desde 2007 y contertulio de frase alegre, hablaba con el corazón encogido en un puño: él que tan largo verbo gastó en el programa El primero en Onda Vasca, dirigido por la voz, hoy trémula y llorona por el zarpazo de la muerte de un amigo, del periodista Pablo Fuentespila.
Ayer se apagó su voz tras medio siglo de vida comprometida. "Ha muerto con las botas puestas, al pie del cañón... ¡como los grandes!" Un aluvión de otras voces, las de la gente cercana, suplían ayer la suya, acallada por el perro rabioso de la enfermedad que le perseguía. Quienes han vivido a su lado recalcan el que fue su lema en la vida: ama a tu prójimo como a ti mismo, "arraigado en un amor a Jesús" y, como apunta otro viejo amigo, en aquella vieja sentencia de Séneca que decía algo así como "dondequiera que haya un ser humano existe una probabilidad para la bondad".
La fe. La fe en Jesús y en el hombre, sobre todo en el hombre. Un relámpago de compromisos marca, como una cicatriz, toda su vida. No en vano, Joseba fue cofrade y miembro de la junta (el más joven de una larga vida, con apenas catorce años...) de la Vera Cruz, la cofradía más antigua de la villa que se instaló en Bilbao un 14 de septiembre de 1553, tras las graves inundaciones que remataron los estragos de la epidemia de peste negra que había dejado diezmada a la población.
"¡Qué gente aquella!", le oí decir en alguna ocasión, con los ojos entre nieblas, como si se regodease en la ensoñación de haber sido uno de aquellos pioneros. De aquellos primeros pasos nace su pasión cofrade, que coge vuelo en 1995 cuando dirige el grupo propulsor que lucha por recuperar de las mazmorras del pasado la Hermandad de Begoña, durmiente desde 1975. Veinte años después, insisto, la puso de nuevo en pie. "Era el espíritu de lucha en carne viva", recuerda uno de quienes le ayudaron en esa resurrección. Años después, cuando la Hermandad ya procesionaba por las calles de Bilbao, fue de elogiar su intuición, su capacidad para adivinar si esa tarde de penitencia iba a llover o no. "Tenía la intuición de un pájaro" susurra una voz. "Casi un don adivino, aunque también consultaba la meteorología por internet. Era un hombre de su tiempo".
TENACIDAD Quién sabe, tal vez le hubiese gustado ser uno de aquellos pioneros de la Vera Cruz, alguien metido en los barrizales del compromiso por el otro. No en vano, quienes le conocieron de primera mano aseguran que Joseba Rodríguez era un hombre tenaz, eso que los franceses llamaron un embraguetado. "La amistad era para él algo sagrado: te la daba aunque no se la pidieras", asegura una voz anónima, entrecortada por, digámoslo con la licencia poética de Miguel Hernández llorando a su amigo Ramón Sijé, "un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida, /un empujón brutal te ha derribado".
No fue, la vida de Joseba, de una única cruzada. No en vano, su interés por el ser humano le llevó a fundar, junto con un grupo de gente entusiasta, la Academia Edison, allá en 1981, en Bilbao. Fue aquel el primer grupo especializado en la orientación y recuperación del estudiante con técnicas de estudio que se conoció en Bizkaia. Allí estaba también su sello, la huella de un hombre que conocía el valor y la necesidad de la forja de los hombres y mujeres del futuro, de un porvenir que él siempre esperaba rosa como el revés de un naipe y que ayer enluteció.
La vida de Joseba, la corta pero intensa vida de Joseba debiera decirse, se ha guiado por los carriles de la solidaridad. Leyéndolaentre las compungidas voces de su legión de amigos, hoy huérfanos, se diría que era militante del viejo Alphonse de Lamartine, hombre de letras y político francés que dijo aquello de que "yo soy de la opinión de los que son perseguidos". Más allá de esa labor, la enseñanza a los jóvenes, la organización de eventos y la publicidad marcó su vida profesional, llevada al viejo estilo free lance que diríamos los periodistas.
El sentido del humor le ha acompañado a lo largo de toda su singladura. Se observa ahora como un fresco pintado al óleo en la memoria al escuchar el relato, de propia voz, de su aterrizaje en Onda Vasca. "Pablo me llamó y me propuso que interviniera en la radio. Me dijo que sería a las siete menos cuarto y yo pensé que sería de la tarde... ¡nunca de la mañana! Estoy recibiendo un tratamiento de quimioterapia y tengo los horarios un poco trastocados así que dije, voy a probar, seguro que me sienta bien".
Quedan con el alma en pena miles, pero más que nadie su viuda, Marisa, y sus cuatro hijos. Hay quien le oyó decir que su familia era el bien más preciado de su vida. Hoy la Amatxu de Begoña derrama lágrimas de pena negra por su adiós. Hay una voz que se apaga pero su recuerdo queda en llamas.

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