viernes, 18 de septiembre de 2009

Testimonio de una Monja Cisterciense Anciana

Me mandan del Monasterio Cister en Malaga el siguiente testimonio de una de sus monjas. Concreto y conciso... de admirar.


TESTIMONIO DE UNA MONJA CISTERCIENSE ANCIANA

Quiero rubricar el testimonio de mis hermanas jóvenes con mi propia experiencia de vida, así confirmo la autenticidad del Cister, después de haber vivido en este carisma 48 años como consagrada.

He puesto mi foto de cómo era yo cuando ingresé al monasterio, una chica normal con toda la ilusión y energía de mis 20 años

Nací en una familia cristiana la cual me inculcó el amor a Dios y los valores de nuestra santa Madre la Iglesia. Así crecí en la fe hasta llegar al día de mi Primera Comunión, este día lo viví de forma especial. Cuando Jesús entró en mí, le pedí muchas cosas pero una muy concreta, "hazme monja del Cister" le dije, pero en realidad yo no sabía lo que pedía. Conocía una comunidad cisterciense, pues en ella tenía miembros de mi familia y esto es lo que me movía a hacer esa petición.

En mi adolescencia ingresé en la juventud de "Acción católica" que eran los grupos eclesiales que más había en aquella época, ahí trabajé y me sentía feliz en mi parroquia. A la vez del trabajo parroquial, formamos un grupo juvenil mixto en el cual gocé y disfruté mucho pues había una verdadera amistad y compañerismo. Así organizábamos salidas campestres en las cuales se respiraba un ambiente sano y fraterno, el cual nos afianzaba más en nuestra amistad entre el grupo y Dios.

Como cualquier joven, soñaba en formar una familia cristiana y ser madre de numerosos hijos, pues tenía muy claro que la riqueza más grande de una mujer es, ser madre, así soñaba y hacía planes para el futuro.

Todo esto sucedió hasta que cumplí los 19 años: al llegar a esta edad mis sentimientos empezaron a cambiar, las salidas campestres que tanto me habían gustado, ya no dejaban en mí los mismos sentimientos, cuando llegaba a casa me sentía vacía, sentía cómo algo se quedaba ahí sin llenar, esto me producía preocupación, se abría en mi corazón un interrogante. ¿Por qué…?

A partir de ese momento intensifiqué mis encuentros personales con Jesús, fue en esa vivencia donde pude sentir la llamada del Señor en lo más profundo de mi corazón. Pero mis sentimientos humanos se revelaban y yo le preguntaba al Señor: "¿cómo puedes pedirme eso si yo deseo ser madre?" A lo cual El siempre me contestaba con su habitual susurro: "serás madre, pero de muchas almas", en una vida oculta y entregada a la oración y alabanza.

Así fue la llamada de mi Dios. Os puedo asegurar que en mi larga vida de monja cisterciense, nunca me he arrepentido de haber seguido la llamada del Señor dentro del Cister. No todos los tiempos han sido un camino de rosas pues en la vida no puede faltar la cruz, pero sabemos que la cruz redime y santifica y, Jesús dice "el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí". Por lo tanto me siento la persona más libre y feliz del mundo. No deseo nada, solo cumplir la voluntad de Dios.

¿Cómo se ve el Cister después de tantos años viviendo el mismo itinerario de vida? Trabajo, oración, lectio… ¿Tiene el mismo aliciente que cuando se comienza en la juventud con el entusiasmo de la entrega? Tiene muchos más sentido y amor, pues se siente la solidez de una vida quemada por Dios y por la humanidad… En estos años de entrega, Dios va actuando en el alma sin que nos demos cuenta, y este carisma cisterciense dentro de su sencillez y simplicidad, va enriqueciendo la propia personalidad hasta integrarla totalmente con Cristo.

Jóvenes del mundo, os animo a no dejaros esclavizar por los sentimientos egoístas y las cosas materiales, todo es relativo en esta vida. "SOLO DIOS"

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