“La meditación posibilita esos vislumbres de lo real, fugaces pero indubitables, que ocasionalmente se nos regalan: momentos en que captamos quiénes somos en realidad y para qué estamos en este mundo. Esto lo captamos en contadas ocasiones en una intuición inaprensible, no verbal. De pronto se nos hace evidente que somos así y, aunque no podamos argumentarlo, buscamos que esta intuición se repita para volver a ese ser primordial que verdaderamente somos y que, por las circunstancias, por los ruidos, ha quedado empañado o incluso olvidado. ¿Qué ha pasado para que nos hayamos perdido tanto?, me pregunto. ¿Qué ha sucedido para que ya no nos reconozcamos en lo más genuinamente humano? ¿Cómo es que desconozco lo que debería serme familiar? Preguntas y preguntas sobre el paraíso perdido. Pues bien, la respuesta a estas preguntas está en el lugar en el que nacen. Mientras el hombre tenga preguntas que hacerse, tiene todavía salvación.
Para alcanzar estos vislumbres de lo real, no merece la pena esforzarse; más que ayudar a encontrar lo que se busca, el esfuerzo tiende a dificultarlo. No conviene resistirse, sino entregarse. No empeñarse, sino vivir en el abandono. Tanto el arte como la meditación nacen siempre de la entrega; nunca del esfuerzo.”
Pasaje de: d’Ors, Pablo. “Biografía del silencio.”
Para alcanzar estos vislumbres de lo real, no merece la pena esforzarse; más que ayudar a encontrar lo que se busca, el esfuerzo tiende a dificultarlo. No conviene resistirse, sino entregarse. No empeñarse, sino vivir en el abandono. Tanto el arte como la meditación nacen siempre de la entrega; nunca del esfuerzo.”
Pasaje de: d’Ors, Pablo. “Biografía del silencio.”
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