viernes, 21 de octubre de 2016

Adoracion, rezo de rodillas, oración ...

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Jueves, 20 de octubre de 2016
Acabamos de leer en la Primera Lectura (Ef 3,14-21) cómo el Apóstol de las Gentes pide que el Espíritu Santo dé a los Efesios la gracia de “robusteceros”, para que Cristo habite en sus corazones. Ahí está el centro. Pablo se sumerge en ese mar inmenso que es la persona de Cristo.

Pero, ¿cómo podemos conocer a Cristo? ¿Cómo podemos comprender el amor de Cristo que supera todo conocimiento? Cristo está presente en el Evangelio: leyendo el Evangelio conocemos a Cristo. Y eso lo hacemos todos; al menos oímos el Evangelio cuando vamos a Misa. Y también con el estudio del Catecismo: el Catecismo nos enseña quién es Cristo. Pero eso no es suficiente. Para ser capaces de comprender “lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo” de Jesucristo hace falta entrar en un contexto, primero, de oración, como hace Pablo, “de rodillas”: Padre envíame el Espíritu para conocer a Jesucristo. Así pues, para conocer de verdad a Cristo es necesaria la oración.

Pero Pablo no solo reza, adora ese misterio que supera todo conocimiento, y en un contexto de adoración pide esa gracia al Señor. No se conoce al Señor sin la costumbre de adorar, de adorar en silencio, ¡adorar! Creo, si no me equivoco, que esta oración de adoración es la menos conocida por nosotros, la que menos hacemos. Perder el tiempo —permitidme decir— delante del Señor, delante del misterio de Jesucristo. Adorar. Y en silencio, el silencio de la adoración. Él es el Señor y yo adoro.

Tercero, para conocer a Cristo es necesario tener conciencia de nosotros mismos, es decir, acostumbrarnos a acusarnos, a llamarnos pecadores. No se puede adorar sin acusarse a uno mismo.

En definitiva, para entrar en ese mar sin fondo, sin orillas, que es el misterio de Jesucristo, son necesarias estas tres cosas. Primero la oración: Padre, envíame el Espíritu para que me lleve a conocer a Jesús. Segundo la adoración al misterio, entrar en el misterio, adorando. Y tercero, acusarse a sí mismo: Soy un hombre de labios impuros.

Que el Señor nos dé esta gracia que Pablo pide para los Efesios y también para nosotros, la gracia de conocer y ganar a Cristo.

jueves, 4 de agosto de 2016

Accedía, qué es eso? Tedio por lo religioso?

“La acedia es una enfermedad del alma que se manifiesta en el tedio, la desgana en la oración, el rechazo o la relajación en la penitencia, el descuido del corazón y la falta de interés por los sacramentos. Muchas veces estos síntomas son una prueba pasajera, pero la acedia puede conducir también a un auténtico entumecimiento espiritual.
Según la teología moral, la acedia es uno de los siete pecados capitales”

Pasaje de: Sarah, Cardenal Robert. “Dios o nada (Mundo y Cristianismo) (Spanish Edition).”

lunes, 1 de agosto de 2016

Dios no sabe contar

“Santa Teresa de Lisieux escribió unas frases sorprendentes sobre el purgatorio: «¡Escuche hasta dónde tiene que llegar su confianza! Debe hacerle creer que el purgatorio no está hecho para usted, sino solamente para las almas que han ignorado el amor misericordioso o que han dudado de su poder purificador. Con quienes se esfuerzan por responder a ese amor, Jesús es “ciego” y no “sabe contar”; o, mejor dicho, solo cuenta con ese fuego de la caridad que, para purificarlas, “cubre todas las faltas”, y sobre todo con los frutos de su perpetuo Sacrificio. Sí, pese a sus pequeñas infidelidades, puede esperar ir directo al Cielo, porque Dios lo desea aún más que usted y seguro que le dará lo que usted espera de su misericordia. Lo que premiará es su confianza y su abandono: su justicia, que conoce su fragilidad, está divinamente ordenada para hacerlo. Ahora bien, apoyado en esa certeza, ¡procure con más motivo aún que Su amor no disminuya!».”


viernes, 17 de junio de 2016

Un ejemplo Con moraleja


“La importancia de esta experiencia personal me trae a la memoria un apotegma de los Padres del desierto, que se me quedó grabado durante mis estudios bíblicos en Jerusalén. Está traducido del copto y se refiere a la importancia de la vida interior, imprescindible en toda vida cristiana: «Un monje se encuentra con otro y le pregunta: “¿Por qué son tantos los que dejan la vida monástica?”. Y el otro contesta: “En la vida monástica sucede como con un perro que persigue a una liebre y corre detrás de ella ladrando; otros perros, al oírle ladrar, se le unen, y corren todos juntos detrás de la liebre. Sin embargo, al cabo de un rato, los perros que corren sin ver la liebre se dicen: pero ¿adónde vamos?, ¿por qué corremos? Se cansan, se desaniman y, uno tras otro, van dejando de correr. Únicamente los perros que ven a la liebre continúan persiguiéndola hasta el final y la acaban cazando”». Conclusión de la historia: solo quienes tienen los ojos puestos en la persona de Cristo en la Cruz perseveran hasta el final…”

Pasaje de: Sarah, Cardenal Robert. “Dios o nada (Mundo y Cristianismo) (Spanish Edition).


viernes, 3 de junio de 2016

Iglesia, feminismo y cupos.

“Dios nos pide que nos pongamos al servicio de la Iglesia. No se trata de hacer carrera. El «carrerismo» ya afecta a una parte demasiado grande del clero: ¡no propaguemos ese virus a las mujeres!
Las cuotas de reserva de puestos de trabajo pueden constituir un objetivo político, pero no parecen ser un criterio del Espíritu Santo. Creo que caeríamos en una inmensa trampa si confiáramos un dicasterio del gobierno romano a una mujer por el mero hecho de ser mujer. El criterio principal no debe ser el sexo, sino la fidelidad a la voluntad de Jesús, tal y como la ha entendido siempre la tradición de la Iglesia. Ahora bien, si una teóloga se encuentra en estrecha unión con el Magisterio y quiere ponerse al servicio de Cristo, como la Virgen María o María Magdalena, no hay ningún problema para que preste toda su colaboración a la misión de un dicasterio determinado, siempre que este coincida con su competencia.”

Pasaje de: Sarah, Cardenal Robert. “Dios o nada (Mundo y Cristianismo) (Spanish Edition).”


Como en la política solo por cumplir la ley de cupo que dice que  el % de mujeres debe de ser X  se rellena .... Eso no nos hace ningún favor, por qué al final hay quienes son elegidas a dedo y por rellenar. Mejor tener 100 % de personas hábiles y buenas profesionales que tener que rellenar con gente no válida sólo por ser de uno u otro sexo. A ver cuando llegamos a èsto.

domingo, 22 de mayo de 2016

Comuniones modernas

Leyendo " Dios o nada " de el CArdenal R Sarah he encontrado parte de un párrafo que me ha recordado lo que tanto me he oído a algunos, que se aburren en Misa, que es tan aburrido que los niños no quieren ir, que prefieren más música y que sea atractivo, interactivo, participativa....... Y en esta letras yo he visto una respuesta sencilla y clara. Habla del concilio Vaticano II.
Este mismo Sábado en la Misa coincidió que había primeras comuniones, por arte de magia se comieron el Padre nuestro y cantaron una canción que tenía peticiones parecidas..... Vienen los párrafos que ni al pelo. ( nadi se arrodilló en la consagración ...eso sí en La Paz todos se besaban y abrazaban, menos mal)

“Vimos a toda clase de creativos y animadores que buscaban más bien artimañas para presentar la liturgia de modo atrayente, más comunicativo, implicando cada vez a más gente, pero olvidando que la liturgia está hecha para Dios. Si Dios se convierte en el gran ausente, podemos llegar a toda clase de desviaciones, desde las más triviales a las más abyectas.
Benedicto XVI ha recordado con frecuencia que la liturgia no puede considerarse una obra de la creatividad personal. Si hacemos una liturgia para nosotros mismos, se aleja de lo divino: se convierte en una representación teatral ridícula, vulgar y aburrida. Y se desemboca en liturgias que parecen operetas, fiestas dominicales para divertirse o disfrutar juntos después de una semana de trabajo y de afanes de todo tipo. Después de la celebración eucarística, los fieles vuelven a casa sin haberse encontrado personalmente con Dios y sin haberle escuchado en lo más íntimo de su corazón. Falta ese cara a cara con Dios contemplativo y silencioso que nos transforma y nos devuelve las energías que permiten revelarlo a un mundo cada vez más indiferente a las cuestiones espirituales. El centro del misterio eucarístico es la celebración de la Pasión, de la dolorosa muerte de Cristo y de su Resurrección: si ese misterio queda ahogado por largas ceremonias ruidosas y recargadas, hay que temerse lo peor. Algunas misas son tan bullangueras que no difieren mucho de una feria de pueblo. Es necesario volver a descubrir que la esencia de la liturgia quedará eternamente marcada por el deseo de la búsqueda filial de Dios.”

Pasaje de: Sarah, Cardenal Robert. “Dios o nada (Mundo y Cristianismo) 

viernes, 29 de abril de 2016

Sobre exhortación, Divorciados y otras cosas importantes

Ayer estuve en una charla sobre Matrimonio y la Exhoratcion nueva que ha publicado Francisco Papa, me descubrieron Discurso D. Ricardo Blazquez inauguración 107  asamblea plenaria de la Conferencia Epsicopal Española y oír eso una vez leído pego aquí lo que más me ha llamado la atención.

Descargar la exhortación Click abajo.
Amoris letitia

Lo primero que pego es lo que más me ha chocado , pero para bien y que va casi al final del discurso.
Enumero.

1.
Este largo itinerario recorrido “sinodalmente” ha culminado en esta preciosa exhortación; no hay cambio de doctrina, como era de suponer, pero sí hay aliento nuevo, lenguaje nuevo y actitud nueva ante las variadas situaciones, que ya no son o todavía no son plenamente matrimonio cristiano. Abre caminos nuevos de actuación pastoral en la Iglesia, o, como dijo en la 14 presentación el cardenal Schönborn, “algo ha cambiado en el discurso eclesia”. - 
2.
«La alegría del amor (Amoris laetitia) que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia»: así comienza la mencionada exhortación apostólica postsinodal, firmada por el papa el día 19 de marzo, fiesta de San José. Este comienzo se sitúa en la misma perspectiva de su primera exhortación apostólica, que a su vez era programática de su pontificado. «La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium) llena el corazón y la vida entera de los que encuentran a Jesús». La carta apostólica dirigida a todas las personas consagradas en el inicio del Año de la Vida Consagrada lleva por título Testigos de la alegría. Estas coincidencias reiteradas e intencionadas nos llevan a la conclusión de que la alegría y el gozo del Evangelio iluminan el magisterio del papa Francisco. No es con mirada oscura y triste, sino gozosa y esperanzada por la salvación que proclama el Evangelio y comunica el encuentro con Jesucristo, impregnada por la misericordia de Dios, con la que contempla el papa Francisco a la humanidad en la hora presente. Esta alegría es compatible con las pruebas, ya que para los discípulos de Jesús crucificado y resucitado la cruz y la luz se armonizan en su existencia marcada por la Pascua 9 (cf. 1 Pe 1, 6-9; 4, 12-14). Esta alegría tiene su versión en el matrimonio cristiano, que dilata la amplitud del corazón. «La alegría matrimonial, que puede vivirse aun en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones» (AL, n. 126). La visión que transmite la exhortación apostólica es realista con finura por la cercanía cordial a las personas en sus situaciones concretas, y también gozosa por el amor de Dios. No es difícil descubrir entre el papa Juan XXIII y el papa Francisco una afinidad de espíritu y de actitudes. Dios no es fuente de aflicción y tristeza, sino de gozo y paz. El Evangelio es Buena Noticia para los hombres, que alegra el corazón de quienes lo reciben y de los misioneros que lo anuncian. Por ello, un santo triste es un triste santo». Cargar con la cruz siguiendo al Señor vencedor del pecado y de la muerte fortalece el ánimo y otorga confianza. Ha sido una significativa coincidencia el que la publicación de la exhortación Amoris laetitia (AL) haya tenido lugar en el Año Jubilar de la Misericordia, ya que la lógica de la misericordia es clave del documento. Así leemos: «Es providencial que estas reflexiones se desarrollan en el contexto de un Año Jubilar dedicado a la misericordia, porque también frente a las más diversas situaciones que afectan a la familia, la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona» (AL, n. 309). La misericordia del padre bueno de la parábola restituye al pródigo en la dignidad de hijo y lo reintegra en la casa paterna; en cambio, el rigor del hermano mayor, que se juzgaba cumplidor intachable de las órdenes del padre, excluía a su hermano y se negaba a entrar en la fiesta del perdón y de la alegría (cf. Lc 15, 11-32). «Dos lógicas recorren, según el papa Francisco, toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar. El camino de la Iglesia es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero; porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita. Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio» (AL, n. 297). Esto es válido para todos nosotros y también para los divorciados vueltos a casar. Por este dinamismo de la misericordia que tiende a integrar se comprende que nadie, aunque se halle en situación “irregular” por la unión matrimonial, debe considerarse excomulgado, al margen de la Iglesia y abandonado por Dios. No está remitido definitivamente solo a la misericordia de divina en su propio corazón y aisladamente, sino que puede continuar contando y viviendo en la Iglesia, que es casa de misericordia y sacramento de salvación. En diálogo cercano y confiado con otros cristianos y en movimiento de humilde retorno a Dios puede ser admitido por el ministro de la comunión eclesial en la vida y en las tareas de la Iglesia hasta donde ambos con sinceridad de conciencia y fidelidad evangélica, el presbítero y el cristiano que se halla en esa situación “irregular”, juzguen oportuno. En la exhortación apostólica es primordial el discernimiento cristiano. Supone la aceptación de la doctrina de la Iglesia y el respeto de las normas canónicas. Pero el discernimiento espiritual tiene algo de singular, ya que se trata de buscar la voluntad de Dios en una situación concreta de una persona singular. No basta para ello enumerar una casuística hasta el límite de lo previsible para encuadrar el caso concreto. Se requiere un aliento nuevo y una nueva actitud. El discernimiento, que nunca puede separarse de las exigencias de la verdad y del amor del Evangelio, busca abrirse a la Palabra de Dios que ilumina la realidad concreta de la vida de una persona, por definición irrepetible. Por ello, el discernimiento acontece en docilidad al Espíritu Santo. El discernimiento no significa ceder al individualismo ni al capricho de la persona; no es menos fiel al Evangelio que el atenimiento estricto a la letra. La conciencia personal, en que resuena la voz de Dios y brilla su luz, debe ser formada en el conocimiento del Evangelio y en la obediencia a Dios, pero no puede ser sustituida (cf. AL, n. 38); es como un santuario que nadie puede invadir. Como el discernimiento debe abrirse paso en la complejidad de una vida concreta con muchos condicionamientos, y como cada persona recorre su camino y tiene un ritmo propio de asimilación del Evangelio, no basta recordar y aplicar sin más los principios generales; debemos ejercitar la docilidad al Espíritu Santo, que actualiza, apropia y personaliza la Palabra de Dios en Jesucristo a cada cristiano. Acompañamiento de otros cristianos adultos, comunión leal en la Iglesia, obediencia fiel a Dios y escucha atenta de la conciencia convergen en el discernimiento. «A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción de matrimonio. Ciertamente que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no solo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo» (AL, n. 303). La exhortación apostólica es un gran documento por ser un escrito largo y por ser un documento importante. Las dimensiones de Amoris laetitia se explican por varios motivos. En la exhortación se recogen abundantemente párrafos de las dos Relaciones sinodales, de catequesis del papa Francisco y de otros documentos magisteriales, e incluso citas interesantes de teólogos y de personas dotadas de sabiduría y del don de la palabra. Es larga la exhortación porque está escrita con un estilo esponjado, ágil y bello. No es un escrito denso apto solo para técnicos; es de fácil lectura y comprensión. Aunque se lee sin necesidad de releer para entender bien, compensa siempre el trabajo de relecturas para percibir sugerencias interesantes antes inadvertidas. No es un escrito “plano”, sino rico y estimulante. Por otra parte, aunque los capítulos están bien trabados en el conjunto, se puede leer cada capítulo separadamente. El capítulo centrado en la Sagrada Escritura; el dedicado a los desafíos de la cultura y la sociedad actuales planteados a la familia; el bello capítulo cuarto, que trata del amor matrimonial, siguiendo el hilo conductor del llamado himno de la caridad (cf. 1 Cor 13), donde aparece que al amor genuino otras realidades le han robado indebidamente el nombre (santa Teresa de Jesús); el interesante capítulo sobre la educación de los hijos etc., pueden ser leídos por sí mismos. Igual que en una novela no se va directamente a ver el desenlace sin haber leído los capítulos precedentes, yo pediría que no se pase inmediatamente al octavo, donde los medios de comunicación fijaron su atención y atrajeron la de todos. 

lunes, 18 de abril de 2016

Sobre adivinos y lectura de cartas.

16 / 10:15 am (ACI/EWTN Noticias).- Durante la Misamatutina celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco abordó el pasaje evangélico del Buen Pastor y recordó que el camino verdadero a la salvación es Jesús, por lo tanto, exhortó a los fieles a no caer en la tentación de seguir adivinos y cartománticos porque esto solo los llevará por un camino equivocado.
“¡Quien sigue a Jesús no se equivoca!”, expresó el Papa. Sin embargo, seño aló que hay personas que dicen: “‘Eh, Padre, sí, pero las cosas son difíciles… Tantas veces yo no veo claro qué cosa hacer… Me dijeron que allá había un adivino y fui allá, o allí; fui a lo del cartomántico, que me tiró las cartas…’.
“‘¡Si tú haces esto, no sigues a Jesús!”, aseguró Francisco. “Sigues a otro que te da otro camino, diverso”. El Pontífice reiteró que solo Cristo puede indicar el verdadero camino y por ello advirtió a sus discípulos que “vendrán otros que dirán: el camino del Mesías es esto, esto… ¡No lo escuchen! No los escuchen a ellos. ¡El camino soy Yo!’. Jesús es la puerta y también el camino. Si lo seguimos a Él no nos equivocaremos”.
Francisco, citando el pasaje del Buen Pastor, recordó que Jesús dijo que “el que no entra en el recinto de las ovejas por la puerta”, sino que lo hace por otra parte, “es un ladrón y un bandido”. Porque Él es la puerta, y “no hay otra”.
“Jesús –explicó– siempre hablaba a la gente con imágenes sencillas: toda aquella gente sabía cómo era la vida de un pastor”. Y aprendieron que “sólo se entra por la puerta del recinto de las ovejas”. Los que quieren entrar por otra parte, por la ventana o por otra parte, en cambio, son delincuentes.
“De manera tan clara habla el Señor. No se puede entrar en la vida eterna por otra parte que no sea la puerta, es decir, que no sea Jesús’. Es la puerta de nuestra vida y no sólo de la vida eterna, sino también de nuestra vida cotidiana”.

En ese sentido invitó a los fieles a preguntarse si toman sus decisiones “en nombre de Jesús, por la puerta de Jesús, ¿o la tomo un poco –digámoslo con un lenguaje sencillo– la tomo de contrabando? ¡Sólo se entra en el recinto por la puerta, que es Jesús!”.
Por tanto Jesús, prosiguió el Pontífice, habla del camino. El pastor conoce a sus ovejas y las conduce afuera: “Camina delante de ellas y las ovejas lo siguen”. El camino es precisamente “seguir a Jesús” en el “camino de la vida, de la vida de todos los días”. Y añadió que no es posible equivocarse, porque “Él va por delante y nos indica el camino”.
Además, recordó que las ovejas siguen al Buen Pastor “porque conocen su voz”. “¿Cómo podemos conocer la voz de Jesús, e incluso defendernos ‘de la voz de aquellos que no son Jesús, que entran por la ventana, que son delincuentes, que destruyen, que engañan?’”
"‘Yo te daré la receta, sencilla –indicó el Papa–. Tú encontrarás la voz de Jesús en las Bienaventuranzas. El que te enseñe un camino contrario a las Bienaventuranzas, es uno que ha entrado por la ventana: ¡no es Jesús!’. Segundo: ‘¿Tú conoces la voz de Jesús? Tú puedes conocerla cuando nos habla de las obras de misericordia. Por ejemplo, en el capítulo 25 de San Mateo: ‘Si alguien te dice aquello que Jesús dice allí, es la voz de Jesús’. Y tercero: ‘Tú puedes conocer la voz de Jesús cuando te enseña a decir ‘Padre’, es decir, cuando te enseña a rezar el Padrenuestro”.
“Es tan fácil la vida cristiana. Jesús es la puerta; Él nos guía en el camino y nosotros conocemos su voz en las Bienaventuranzas, en las obras de misericordia y cuando nos enseña a decir ‘Padre’. Acuérdense, ‘la puerta, el camino y la voz. Que el Señor nos haga entender esta imagen de Jesús, este icono: el pastor, que es puerta, indica el camino y nos enseña a nosotros a escuchar su voz’”, concluyó el Papa.

domingo, 10 de abril de 2016

Síntesis exhortación Post sinodal sobre la familia

Síntesis Exhortación Papa Francisco Sobre la Familia


Feliz día.

Síntesis basada en el resumen distribuido por la oficina de prensa de la Santa Sede:
La exhortación apostólica post-sinodal sobre el amor en la familia “Amoris laetitia” (“La alegría del amor”) —fechada, no por casualidad, el 19 de marzo, solemnidad de san José— recoge los resultados de los dos sínodos sobre la familia convocados por el Papa Francisco en 2014 y 2015, por lo que las relaciones conclusivas de ambas asambleas son citadas extensamente. Junto a ellas, se citan documentos y enseñanzas de los últimos Pontífices y se hace referencia también a las numerosas catequesis sobre la familia del mismo Papa Francisco. Sin embargo, como ya ha sucedido en otros documentos magisteriales, el Papa también hace uso de las contribuciones de diversas conferencias episcopales del mundo (por ejemplo, Kenia, Australia y Argentina) y de frases significativas de personas bien conocidas, como Martin Luther King o Eric Fromm. Destaca particularmente una cita tomada de la película El festín de Babette, que el Papa utiliza para explicar el concepto de gratuidad.
Premisa
La exhortación apostólica impresiona por su amplitud y estructura. Consta de nueve capítulos y más de 300 párrafos. Se abre con siete párrafos introductorios que evidencian que el Papa es consciente de la complejidad del tema y de la profundización que requiere. Se afirma que las intervenciones de los padres en el sínodo han conformado un “precioso poliedro” (Amoris laetitia 4 [en adelante se indicará con las siglas AL]) que debe ser preservado. En este sentido, el Papa escribe que “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones del magisterio”. Por lo tanto para algunas cuestiones “en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas, atentas a la tradiciones y a los desafíos locales. De hecho, “las culturas son muy diversas entre sí y todo principio general […] tiene necesidad de ser inculturado, si quiere ser observado y aplicado” (AL 3). Este principio de inculturación resulta verdaderamente importante incluso en el modo de plantear y comprender los problemas que, más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas del Magisterio de la Iglesia, no puede ser “globalizado”.
Pero sobre todo el Papa afirma, inmediatamente y con claridad, que es necesario salir de la estéril contraposición entre la ansiedad de cambio y la aplicación pura y simple de normas abstractas. Escribe: “Los debates que se dan en los medios de comunicación, en las publicaciones y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, hasta la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o extrayendo conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (AL 2).
Capítulo primero: “A la luz de la Palabra”
Expuestas estas premisas, el Papa articula su reflexión a partir de la Sagrada Escritura en el primer capítulo, que se desarrolla como una meditación sobre el Salmo 128, característico de la liturgia nupcial tanto judía como cristiana. La Biblia “está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares” (AL 8) y a partir de este dato se puede meditar cómo la familia no es un ideal abstracto sino un “trabajo artesanal” (AL 16) que se expresa con ternura (AL 28), pero que se ha confrontado también con el pecado desde el inicio, cuando la relación de amor se transforma en dominio (cfr. AL 19). Entonces la Palabra de Dios “no se muestra como un secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino” (AL 22)
Capítulo segundo: “La realidad y los desafíos de la familia”
A partir del terreno bíblico en el segundo capítulo el Papa considera la situación actual de las familias, poniendo “los pies sobre la tierra” (AL 6), recurriendo ampliamente a las relaciones conclusivas de los dos sínodos y afrontando numerosos desafíos: el fenómeno migratorio, las negociaciones ideológicas de la diferencia de sexos (“ideología del gender”), la cultura de lo provisorio, la mentalidad antinatalista, el impacto de la biotecnología en el campo de la procreación, la falta de casa y de trabajo, pornografía, el abuso de menores, la atención de las personas con discapacidad, el respeto que merecen los ancianos, la descomposición jurídica de la familia y la violencia contra las mujeres. El Papa insiste en lo concreto, que es una propiedad fundamental de la exhortación apostólica. Y son las cosas concretas y el realismo los que ofrecen una substancial diferencia entre una teoría de interpretación de la realidad y las ideologías.
Citando la Familiaris consortio Francisco afirma que “es sano prestar atención a la realidad concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia”, a través de los cuales “la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia” (AL 31). Por lo tanto, sin escuchar la realidad, no es posible comprender las exigencias del presente ni los llamados del Espíritu. El Papa nota que hoy el individualismo exagerado hace difícil la entrega a otra persona de manera generosa (cfr. AL 33). Esta es una interesante fotografía de la situación: “Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales” (AL 34).
La humildad del realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificialmente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales” (AL 36). El idealismo impide considerar al matrimonio como lo que es: “un camino dinámico de crecimiento y realización”. Hay que evitar también pensar que se sostiene a las familias “solamente insistiendo sobre cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia” (AL 37). Francisco, invitando a una cierta “autocrítica” ante una presentación inadecuada de la realidad matrimonial y familiar, explica que es necesario dar espacio a la formación de la conciencia de los fieles: “Estamos llamados a formar las conciencias no a pretender sustituirlas” (AL 37). Jesús proponía un ideal exigente pero “no perdía jamás la cercana compasión con las personas más frágiles como la samaritana o la mujer adúltera” (AL 38).
Capítulo tercero: “La mirada puesta en Jesús: la vocación de la familia”
El tercer capítulo está dedicado a algunos elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio y la familia. La presencia de este capítulo es importante, porque ilustra de manera sintética, en 30 párrafos, la vocación de la familia según el Evangelio y según la comprensión que de ella ha tenido la Iglesia en el tiempo. Desde esta perspectiva se abordan los temas de la indisolubilidad, la sacramentalidad del matrimonio, la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Son ampliamente citadas la Gaudium et spes, del Vaticano II, la Humanae vitae, de Pablo VI, y la Familiaris consortio, de Juan Pablo II.
La mirada es amplia e incluye también las situaciones imperfectas. Escribe Francisco : “El discernimiento de la presencia de las semina Verbi en otras culturas (cfr. Ad gentes, 11) puede ser aplicado también a la realidad matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural, también hay elementos positivos presentes en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas, aunque tampoco falten las sombras” (AL 77). La reflexión hace referencia también a las familias heridas, hablando de ellas el Papa afirma —citando la relatio finalis del sínodo de 2015— que “siempre es necesario recordar un principio general: “Sepan los pastores que, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones” ( Familiaris consortio, 84). El grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina debe expresarse con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL 79).
Capítulo cuarto: “El amor en el matrimonio”
El cuarto capítulo trata del amor en el matrimonio, que es ilustrado a partir del himno al amor de san Pablo (cfr. 1 Cor 13, 4-7). El capítulo es en realidad una exégesis atenta, puntual, inspirada y poética del texto paulino. Se trata como de una colección de fragmentos de un discurso amoroso que está atento a describir el amor humano en términos absolutamente concretos. Destaca la capacidad de introspección psicológica que se evidencia en esta exégesis: la profundización psicológica entra en el mundo de las emociones de los cónyuges —positivas y negativas— y en la dimensión erótica del amor. Se trata de una contribución extremadamente rica y preciosa para la vida cristiana de los cónyuges.
A su modo este capítulo constituye un tratado dentro de la exhortación, escrito con la conciencia de que la cotidianidad del amor es enemiga del idealismo. “No hay que arrojar sobre dos personas limitadas —escribe el Pontífice— el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios” (Familiaris consortio, 9)” (AL 122). Pero por otra parte el Papa insiste de manera fuerte y decidida en el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo” (AL 123) y subraya que la alegría se encuentra dentro del matrimonio cuando se acepta que este es una necesaria combinación "de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres" (AL 126).
El capítulo concluye con una reflexión muy importante sobre la “transformación del amor” porque “la prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez” (AL 163). El aspecto físico cambia y la atracción amorosa no disminuye, pero cambia: el deseo sexual con el tiempo se puede transformar en deseo de intimidad y “complicidad”. “No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad” (AL 163).
Capitulo quinto: “El amor que se vuelve fecundo”
El capítulo quinto está centrado en la fecundidad y la generación. Se habla de las implicaciones espirituales y psicológicas de recibir una nueva vida, de la espera propia del embarazo, del amor de madre y de padre. Pero también de la fecundidad ampliada, de la adopción, de la aceptación de la contribución de las familias para promover la “cultura del encuentro”, de la vida de la familia en sentido amplio, con la presencia de los tíos, primos, parientes de parientes, amigos. En la exhortación la familia aparece como una amplia red de relaciones ya que el sacramento del matrimonio, en sí mismo, tiene un profundo carácter social (cfr. AL 186); el Papa destaca el papel específico de las relaciones entre jóvenes y ancianos y entre hermanos y hermanas, pues permiten un crecimiento en relación con los otros.
Capítulo sexto: “Algunas perspectivas pastorales”
En el sexto capítulo el Papa expone algunas vías pastorales para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios. En esta parte la exhortación recurre abundantemente a las relaciones conclusivas de los dos sínodos sobre la familia y a las catequesis de Francisco y de Juan Pablo II. Se recuerda que las familias son sujeto y no solamente objeto de evangelización y se reconoce que “a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias” (AL 202). Si por una parte es necesario mejorar la formación psico-afectiva de los seminaristas e involucrar más a las familias en la formación al ministerio (cfr. AL 203), por otra parte “puede ser útil (…) también la experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados” (cfr. AL 239).
Después, el Papa afronta la necesidad de guiar a los novios en el camino de la preparación al matrimonio y de acompañar a los esposos en los primeros años de vida matrimonial (tratando el tema de la paternidad responsable). También habla de la necesidad de acompañar en algunas situaciones complejas, en particular, en las crisis, sabiendo que “cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón” (AL 232). Se analizan algunas causas de crisis, entre ellas, una maduración afectiva retrasada (cfr. AL 239).
Se habla también del acompañamiento de las personas abandonadas, separadas y divorciadas y se subraya la importancia de la reciente reforma de los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial. Se pone de relieve el sufrimiento de los hijos en las situaciones de conflicto y se concluye: “El divorcio es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de este drama de nuestra época” (AL 246).
Se tocan después las situaciones de matrimonios mixtos y de matrimonios con disparidad de culto y se habla de las uniones de personas con tendencia homosexual, que se deben respetar y que no deben ser ocasión de injusta discriminación, de agresión o de violencia. Es muy valiosa pastoralmente el último epígrafe del capítulo, titulado “Cuando la muerte clava su aguijón”, sobre la pérdida de personas queridas y sobre la viudez.
Capítulo séptimo: “Reforzar la educación de los hijos”
El séptimo capítulo está dedicado a la educación de los hijos: su formación ética, el valor de la sanción como estímulo, el paciente realismo, la educación sexual, la transmisión de la fe, y, más en general, la vida familiar como contexto educativo. Es interesante la sabiduría práctica que transparenta cada párrafo y, sobre todo, la atención a la gradualidad y a los pequeños pasos “que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados” (AL 271).
Hay un párrafo muy significativo, también pedagógicamente, en el que se afirma que “la obsesión no es educativa" y que "no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo [...]. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, solo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía” (AL 261).
Es notable la sección dedicada a la educación sexual, titulada “Sí a la educación sexual”. En ella, se sostiene su necesidad y se pregunta “si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío [...] en una época en la que se tiende a banalizar y a empobrecer la sexualidad”. Es “en el cuadro de una educación al amor, a la recíproca donación” (AL 280) en donde la sexualidad debe realizarse. Se pone en guardia frente a la expresión “sexo seguro”, porque transmite “una actitud negativa hacia la natural finalidad procreativa de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida” (AL 283).
Capítulo octavo: “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”
El capítulo octavo constituye una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral frente a situaciones que no responden plenamente a aquello que el Señor propone. El Papa utiliza tres verbos muy importantes, acompañar, discernir e integrar, que son fundamentales para afrontar situaciones de fragilidad, complejas o irregulares. Asimismo, el Papa presenta la necesaria gradualidad en la pastoral, la importancia del discernimiento, las normas y circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral y, finalmente, aquella que él define la “lógica de la misericordia pastoral”.
El capítulo octavo es muy delicado. Al leerlo se debe recordar que “a menudo, la tarea de la Iglesia asemeja a la de un hospital de campaña” (AL 291). En esta parte, el Pontífice recoge los frutos de las reflexiones del sínodo sobre temáticas controvertidas. Se recuerda qué es el matrimonio cristiano y se agrega que “otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo”. La Iglesia por lo tanto “no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden todavía o ya no corresponden más a su enseñanza sobre el matrimonio” (AL 292).
Sobre el “discernimiento” acerca de las situaciones “irregulares”, el Papa observa que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL 296). Y escribe: “Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia inmerecida, incondicional y gratuita” (AL 297). Sin embargo, “los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral” (AL 298).
En esta línea, acogiendo las observaciones de muchos padres sinodales, el Papa afirma que “los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo”. “Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales [...]. Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia [...]. Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes” (AL 299).
Más en general el Papa hace una afirmación extremadamente importante para comprender la orientación y el sentido de la exhortación: “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas [...] puede comprenderse que no debería esperarse del sínodo o de esta exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Solo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que “el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos”, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas” (AL 300). El Papa desarrolla de modo profundo exigencias y características del camino de acompañamiento y discernimiento en diálogo profundo entre fieles y pastores. A este fin llama a la reflexión de la Iglesia “sobre los condicionamientos y circunstancias atenuantes” en lo que reguarda a la imputabilidad y la responsabilidad de las acciones y, apoyándose en Santo Tomas de Aquino, se detiene sobre la relación entre “las normas y el discernimiento” afirmando: “Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma” (AL 304).
En la última sección del capítulo, “La lógica de la misericordia pastoral”, el Papa Francisco, para evitar equívocos, reafirma con fuerza: “Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas” (AL 307).
Pero el sentido general del capítulo y del espíritu que el Papa quiere imprimir a la pastoral de la Iglesia está bien resumido en las palabras finales: “Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” (AL 312). Sobre la “lógica de la misericordia pastoral” el Papa Francisco afirma con fuerza: “A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311).
Capítulo noveno: “Espiritualidad conyugal y familiar”
El noveno capítulo está dedicado a la espiritualidad conyugal y familiar, “hecha de miles de gestos reales y concretos” (AL 315). Con claridad se dice que “quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística” (AL 316). Todo, “los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección” (AL 317). Se habla entonces de la oración a la luz de la Pascua, de la espiritualidad del amor exclusivo y libre en el desafío y el anhelo de envejecer y gastarse juntos, reflejando la fidelidad de Dios (cfr. AL 319). Y, en fin, de la espiritualidad “del cuidado, de la consolación y el estímulo”. “Toda la vida de la familia es un “pastoreo” misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro” (AL 322), escribe el Papa. Es una honda “experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él” (AL 323).
En el párrafo conclusivo el Papa afirma: “ninguna familia es una realidad perfecta y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar [...]. Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y de nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. ¡Caminemos familias, sigamos caminando! [...]. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido” (AL 325).
La exhortación apostólica se concluye con una oración a la Sagrada Familia (AL 325).
* * *
Como es posible comprender a través de un rápido examen de sus contenidos, la exhortación apostólica Amoris laetitia no busca proponer un “ideal” de familia, sino que quiere confirmar con fuerza su rica y compleja realidad. En sus páginas se descubre una mirada abierta, profundamente positiva, que no se nutre de abstracciones o proyecciones ideales, sino de una atención pastoral a la realidad. El documento proporciona numerosas sugerencias espirituales y consejos de sabiduría práctica, útiles a todas las parejas humanas y a las personas que desean construir una familia. Se ve, sobre todo, que es fruto del trato con personas que saben por experiencia qué es la familia y qué implica vivir juntos por muchos años. La exhortación habla, de hecho, el lenguaje de la experiencia.

viernes, 8 de abril de 2016

Hoy 2016

Como si estuviera escrito en el 2016
Es inútil clamar por el sosiego exterior si falta tranquilidad en las conciencias, en el fondo del alma, porque del corazón es de donde salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias
Pero este lenguaje, ¿no resulta ya anticuado? ¿Acaso no ha sido sustituido por un idioma de ocasión, de claudicaciones personales encubiertas con un ropaje pseudocientífico? ¿No existe un acuerdo tácito en que los bienes reales son: el dinero que todo lo compra, el poderío temporal, la astucia para quedar siempre arriba, la sabiduría humana que se autodefine adulta, que piensa haber superado lo sacro?
 No soy, ni he sido nunca pesimista, porque la fe me dice que Cristo ha vencido definitivamente y nos ha dado, como prenda de su conquista, un mandato, que es también un compromiso: luchar. Los cristianos tenemos un empeño de amor, que hemos aceptado libremente, ante la llamada de la gracia divina: una obligación que nos anima a pelear con tenacidad, porque sabemos que somos tan frágiles como los demás hombres. Pero a la vez no podemos olvidar que, si ponemos los medios, seremos la sal, la luz y la levadura del mundo: seremos el consuelo de Dios.

S. Jm Escrivá Es Cristo que pasa.
(Lucha interior)

jueves, 24 de marzo de 2016

La pasión, viernes santo

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 42

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
 « ¿A quién buscáis?».
C. Le contestaron:
S. — «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
 «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
 « ¿A quién buscáis?».
C. Ellos dijeron:
S. — «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
 «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mi, dejad marchar a estos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
 «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:
S. — « ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias hablan encendido un brasero, porque hacia frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:
 «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. « ¿Así contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús respondió:
 «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. « ¿No eres tú también de sus discípulos?».
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy».
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. « ¿No te he visto yo en el huerto con él?».
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. « ¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. « ¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús le contestó:
 « ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?»
C. Pilato replicó:
S. « ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
C. Jesús le contestó:
 «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato le dijo:
S. «Entonces, ¿tú eres rey?».
C. Jesús le contestó:
 «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?».
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. — «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás».
C. El tal Barrabás era un bandido.
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. « ¡Salve, rey de los judíos!».
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. — «He aquí al hombre».
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. « ¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los judíos le contestaron:
S. — «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asusto aún más. Entró otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. — « ¿De dónde eres tú?».
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. « ¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».
C. Jesús le contestó:
 «No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. — «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «He aquí a vuestro rey».
C. Ellos gritaron:
S. « ¡Fuera, fuera; crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. « ¿A vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César».
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
C. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos"».
C. Pilato les contestó:
S. — «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica» Esto hicieron los soldados.
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
 «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
C. Luego, dijo al discípulo:
 «Ahí tienes a tu madre».
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dijo:
 «Tengo sed».
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
 «Está cumplido».
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran, Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron». Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nícodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.


sábado, 19 de marzo de 2016

Domingo de Ramos ciclo C

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23,1 – 49

C. En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. —«Hemos encontrado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»
C. Pilato le preguntó:
S. —« ¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le responde:
 —«Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí.»
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. —«Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Ellos vociferaron en masa:
S. —« ¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás.»
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
     Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. —« ¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Por tercera vez les dijo:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
     Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
     Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
     Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
 —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas: "Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?»
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
 —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Hicieron lotes con sus ropas, y los echaron a suerte.
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo:
S. —«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había también por encima de él un letrero: «Éste es el rey de los judíos.»
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. —« ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. —« ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.»
C. Y decía:
S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le dijo:
 —«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo:
S. —«Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Palabra del Señor

viernes, 11 de marzo de 2016

San Juan de la Cruz y claridad de la Palabra

‘Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en El, porque en El te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en El aún más de lo que pides y deseas”.

Juan de la Cruz, subida al monte Carmelo II

domingo, 28 de febrero de 2016

Una de Chesterton

Gilbert Keith Chesterton: «Quien no cree en Dios no es cierto que no crea en nada, pues empieza a creer en todo».”

viernes, 26 de febrero de 2016

Una buena lectura , sitio recomendaciones

Delibris.org es una iniciativa sostenida por el MTF (Midwest Theological Forum) que nace del intercambio de experiencias entre personas aunadas por la pasión por la lectura, y el interés por conocer los contenidos de los libros que despiertan su atención, desde la perspectiva que da la fe católica.
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martes, 23 de febrero de 2016

Carta Obispo Bilbao Febrero 2016 Misericordia quiero y no sacrificio” Mt 9,13.

Misericordia quiero y no sacrificio” Mt 9,13.


Queridos hermanos y hermanas.
1. Esta afirmación que pronuncia Jesús, tomada a su vez del profeta Oseas (Os 6,6), es el lema que el Santo Padre Francisco ha elegido para la Cuaresma de este año. La frase es proclamada por Jesús precisamente cuando llamó a Mateo para ser discípulo suyo y éste lo había invitado a comer a su casa junto a los discípulos y a otros publicanos y pecadores. Ante este amor y misericordia del Señor, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?” A lo que Jesús responde: “No tienen necesidad de médicos los sanos, sino los enfermos. Andad y aprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (cfr. Mt 9, 9-13).
2. Como bien dice Jesús, tenemos necesidad de médico los enfermos. Y Él ha venido a llamar a los pecadores. Esta afirmación del Señor nos ayuda a reconocernos entre sus predilectos. Si un rayo de verdad alumbra nuestra vida, nos daremos cuenta de que, siendo hijos e hijas de Dios, somos al mismo tiempo pobres y pequeños. Nuestra vida está tocada por muchas miserias y lepras. Ante ese regalo inmenso que nos ha hecho Dios de hacernos sus hijos en Cristo, somos conscientes de que aún nos queda mucho para hacer morir al hombre viejo que llevamos dentro para configurarnos cada vez más perfectamente con Cristo. Como David, somos reyes, pero al mismo tiempo pecadores y miserables. No escondamos nuestras llagas y deformidades. Presentémoslas confiadamente al médico divino que verterá el ungüento de su amor y perdón en nuestras heridas y nos llevará para siempre con Él.
3. El tiempo de Cuaresma es propicio para pedir de modo particular la misericordia de Dios que suscita y obra nuestra conversión, nuestra vuelta a Él. En su mensaje de Cuaresma el Papa nos propone dos medios para vivir esta experiencia del perdón de Dios: la meditación de la Palabra de Dios y el ejercicio de las obras de misericordia. La Palabra de Dios nos habla de la fidelidad de Dios a la Alianza con su pueblo. Cuando nos alejamos, Él se inclina sobre nosotros y nos busca y carga sobre sus hombros. “Dios se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad” (cfr. mensaje cuaresma, 2)
4. Obrando las obras de misericordia aprendemos a tocar la carne de Cristo, para reconocerle y asistirle con amor y cuidado. Este volcarnos con los necesitados produce también en nosotros un efecto sanador: evita que nos ofusquemos en el poder y la riqueza, en la soberbia y la autosuficiencia, dándonos cuenta de que, en último término, el rico y poderoso que sólo confía en sí mismo y en sus dones es el pobre más miserable, el más pobre entre los pobres (cfr. mensaje cuaresma, 3). Lo mismo ocurre con las ideologías de pensamiento único, el cientificismo y otras estructuras de pecado de tipo ideológico, social o económico, que hacen de Dios algo irrelevante y que reducen la dignidad humana a un elemento simplemente manipulable para el propio provecho. En último término es expresión de una gran indigencia de amor y humanidad.
5. Durante este mes de febrero tendremos el gozo de celebrar el día de la vida consagrada. Debemos agradecer profundamente este gran don que Dios hace a la Iglesia y a la humanidad y que encarna cotidianamente las obras de misericordia en el servicio constante e incondicional a los más necesitados. También celebraremos el primer sábado de Cuaresma la jornada de la paz y la reconciliación. Qué mejor tiempo de gracia que la Cuaresma del Año de la misericordia para reconciliarnos con Dios y con los hermanos siendo así sembradores e instrumentos de la paz y reconciliación, que siempre es un don de Dios que se otorga a nuestros corazones y desde ahí ilumina, purifica y transforma la realidad humana, restableciendo la fraternidad que ha sido profundamente herida por la violencia.
Que María, Madre de Misericordia, nos acompañe en el tiempo de Cuaresma y que, acogiendo como Ella, la Palabra en nuestra vida, podamos cantar proféticamente la misericordia que Dios ha tenido con nosotros y seamos, al mismo tiempo, portadores y operadores de su misericordia con aquellos que más lo necesitan. Con afecto fraterno.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

miércoles, 17 de febrero de 2016

domingo, 7 de febrero de 2016

Pasa, pasa, tengo mucho que contarte , ¿una cervecita?

Apocalipsis 3

20 Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.


Y si Jesús me llamara a la puerta físicamente y abriera la puerta ¿qué le diría? 
Definitivamente no estoy muy preparada para ello, además se quedaría a cenar.... Madre mía!! 

A ver si no te dejo esperando mucho a la puerta. Si ves que no contesto vuelve a llamar que el tiembre suena muy bajito.